Entrevista a Zoubin Ghahramani

Entrevista a Zoubin Ghahramani

Zoubin Ghahramani ha sido nombrado recientemente Doctor Honoris Causa por la UC3M. Sus investigaciones han contribuido significativamente al desarrollo de áreas del aprendizaje automático, modelos gráficos y neurociencia computacional. Asimismo, ha trabajado en inteligencia artificial, recuperación de información, bioinformática y estadística.

El Profesor Ghahramani reflexiona en la entrevista sobre su transición del ámbito académico a la industria, las implicaciones éticas en el desarrollo de la inteligencia artificial y cómo el “machine learning” y el “deep learning” están definiendo y transformando actualmente nuestra sociedad.

Zoubin Ghahramani (Irán, 1970) es profesor e investigador de ingeniería informática en la Universidad de Cambridge (Reino Unido). Es licenciado en Ciencias Cognitivas y Ciencias de la Computación por la Universidad de Pensilvania y doctor en Neurociencia Cognitiva por el Instituto de Tecnología de Massachusetts. Ha publicado más de 200 artículos y recibido más de 30.000 citas en revistas científicas. En 2014 fundó Geometrics Intelligence, una startup-laboratorio para la investigación en temas relacionados con la inteligencia artificial y el machine learning. Desde 2021 es director senior de Google Brain, una división de Google dedicada a la investigación abierta de aprendizaje automático con sistemas de información y recursos informáticos a gran escala.

En 2015 fue elegido miembro de la Royal Society, un título honorífico que concede la Real Sociedad de Londres para el Avance de la Ciencia Natural y que reconoce a los científicos más relevantes en sus áreas de conocimiento.

Entrevista a Antonio Cabrales

Entrevista a Antonio Cabrales

Antonio Cabrales es profesor del Departamento de Economía de la UC3M y ha ganado este año el Premio Rey Jaime I 2021 de Economía, cuyo jurado reúne a 21 premios nobel, en reconocimiento a sus contribuciones en el campo de la teoría de juegos, la economía del comportamiento y experimental y el análisis de las redes sociales. Le hemos entrevistado para hablar de sus investigaciones y del premio que ha recibido.

Antonio Cabrales Goitia es catedrático del Departamento de Economía de la UC3M. Doctor en Economía por la Universidad de California, San Diego, ha sido catedrático del University College London y de la Universidad Pompeu Fabra. Es investigador asociado del Center for Economic and Policy Research (CEPR), vicepresidente ejecutivo de la European Economic Association y ex presidente de la Asociación Española de Economía, además de miembro de honor de ambas asociaciones. Sus principales líneas de investigación se centran en la economía de redes sociales, diseño y mecanismos, juegos de aprendizaje y evolución, economía experimental, conductual y organización industrial.

La UC3M, según los niños del Colegio La Salle-La Paloma

La UC3M, según los niños del Colegio La Salle-La Paloma

La explosión provocada por un escape de gas en el edificio de la Calle Toledo 98 el pasado 21 de enero, afectó a las instalaciones del colegio La Salle-La Paloma. Para que los niños de primaria del colegio pudieran continuar con sus clases, la UC3M cedió aulas de su Campus Madrid-Puerta de Toledo hasta que finalizaron las obras de rehabilitación del centro. Más de 150 escolares con edades comprendidas entre los 6 y 12 años utilizaron las aulas y otros servicios del Campus. Después de varias semanas de clase en la UC3M, les pedimos que nos contasen su experiencia, en palabras e imágenes.

imagen dibujo La Salle

> Álbum de dibujos del campus Madrid-Puerta de Toledo de la UC3M realizados por niños y niñas del colegio La Salle-La Paloma

1º de Primaria, 6 años

Martina: Le puedo decir a mi prima que voy más avanzada que ella. Ella está en el instituto y yo en la universidad.

Fabián: Me gusta que el patio esté cerca de un parque, que sea en la calle, este patio mola mucho. También me gusta mucho la clase, que tengamos pantalla que se enciende y apaga en la pared. Me gusta mucho el atril con el ordenador y también el cuadro del Castillo de Manzanares el Real.

Saúl: Lo que me encanta de la Universidad es que me siento como un mayor.

Blanca: Me gusta mucho almorzar en el patio y que estemos descalzos en las sillas.

Laia: Me gusta estar descalza y que en clase se está calentito.

Hugo: Lo que más me gusta de toda la Universidad es que nuestra clase es muy abierta, pequeña pero con los cristales que la hacen parecer grande.

Ariadna y Héctor: Nos  encanta que la Universidad esté más cerca de nuestra casa.

Nayara: Me gusta que nos hayan dejado traer nuestras cosas para poder pintar y trabajar como en el cole.

Dylan: Me gusta cómo trabajamos aquí, cómo hacemos las tareas.

Elvira: Me gusta estar descalza y que salimos antes y comemos en casa.

2º de Primaria, 7 años

A los de segundo nos ha gustado mucho la Universidad porque es muy grande, enorme y hace mucho calor.

Al principio, como no sabíamos dónde estaba nuestra clase era un poco complicado pero ahora no lo es. Pero como es tan grande, te puedes perder. Es superguay.

Nos gusta nuestra clase porque las mesas son más grandes y las sillas son anchas y cómodas. Además la pantalla esta genial, sube, baja y es enorme. También nos gusta las dos pizarras para que podamos ver todos. La clase es bonita y muy blanca, lástima que no tenga ventanas.

Un día que saludamos al guardia de seguridad con un “hola”, nos respondió “hola universitarias” y nos gustó la respuesta y nos sentimos mayores.

1º y 2º Primaria, 6 – 7 años

Nos han gustado muchas cosas de venir a la universidad.

Las clases aquí son muy grandes y  modernas.

Tenemos la suerte de tener dos pizarras y una pantalla con proyector.

En clase estamos a gusto con la temperatura porque no hace ni frío ni calor.

El primer día fue muy especial porque era todo nuevo hasta los baños nos gustaron porque están muy bien y podemos ir muchos a la vez.

A veces, nos entretenemos mirando por las ventanas porque son muy grandes y entra mucha luz.

Dentro de clase hay mucho espacio. 

Los guardias de seguridad son muy majos y nos saludan siempre que nos ven.

Estamos muy a gusto en el aula y viniendo a la uni. 

3º de Primaria, 8 años

Nos está gustando mucho la estancia en la universidad porque la gente está siendo muy educada y buena con nosotros, desde que entramos por la mañana siempre nos dicen buenos días y nos desean un buen día de clase.

También nos gusta mucho nuestra clase porque tiene dos pizarras para poder proyectar y poder explicar al mismo tiempo.

Las mesas y las sillas son súper cómodas y grandes, además de esto también nos gusta el tener aire acondicionado en clase porque el profesor puede regular la temperatura cuando tenemos calor después de hacer Educación Física .

4º de Primaria 9 años

Los alumnos de la clase queremos expresar nuestro agradecimiento a la universidad por mil motivos:

En primer lugar, por acogernos con tanta generosidad.

Por ofrecernos un lugar cálido y confortable en el que aprender junto a nuestros amigos y profes.

Por ser tan tecnológicos y limpios.

Por darnos seguridad después del mal rato que pasamos el día 20 de enero.

Por tener unos guardias tan agradables que siempre saludan

Y también porque sus alumnos mayores nos traten con amabilidad y cariño.

De mayores nos gustaría estudiar en un lugar como este.

¡Muchas gracias!

3º y 4º de Primaria, 9 y 10 años

Nos gusta:

Tenemos una clase nueva.

Estar con los universitarios y verles por los pasillos.

Los baños molan un montón porque hay espejos y hay más espacio. 

Que los de la universidad nos han ayudado mucho.

Que no nos han separado en las clases y podemos seguir todos juntos. 

Es mucho más grande que el colegio, hay muchos pasillos y parece un laberinto. 

5º de Primaria, 10 años

 Nos gusta la seguridad. 

Lo que más me gusta es la súper pizarra que tenemos.

La universidad es muy grande y moderna.

El aula que tenemos es enorme, tenemos mucho más espacio. 

Lo que también nos ha gustado en la amabilidad de la Universidad Carlos III por habernos prestado sus instalaciones.

Nuestro aula parece el Congreso de los Diputados.

El recreo lo hacemos en la calle con policías vigilando. 

6º de Primaria, 11 años

La Universidad nos ha ayudado a continuar con las clases presenciales, usar sus aulas y encontrarnos muy cómodos.

Nuestra estancia aquí está siendo muy agradable y divertida, nos dará pena cuando nos marchemos.

Muy agradecidos por prestarnos sus instalaciones sin pedirnos nada a cambio.

Elogio de Juan Carlos Lasheras

Elogio de Juan Carlos Lasheras

J.C. LasherasLa UC3M quiere recordar al profesor Juan Carlos Lasheras, fallecido recientemente y que fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad el 28 de enero de 2011. Dos profesores de la UC3M, José Luis Jorcano y Javier Rodríguez, han escrito una semblanza del brillante científico y entrañable persona.

Elogio de Juan Carlos Lasheras

Para los que tuvimos la serte de conocer a Juna Carlos Lasheras, las noticias de su enfermedad y rápida muerte en La Jolla, California, a los 69 años de edad, fueron un shock, por inesperadas -su condición física y mental y su edad no lo presagiaban – y por dolorosas.

No es fácil resumir los méritos y los reconocimientos que Juan Carlos obtuvo en su vida. Y, sin embargo, estos apenas rivalizan con el cariño, respeto y reconocimiento de todos los que tuvimos la suerte de trabajar con él. Sin duda un científico imaginativo y brillante, capaz de enfrentarse a problemas complejos, a la vez que gran mentor y educador, afable y excelente comunicador. Para los que más cercanamente le trataron era más que eso: era un amigo cercano, un querido colega. Para los que trabajaron en su grupo en San Diego, un padre de su gran familia científica.

Lasheras, valenciano que pasó su juventud cerca de la base aérea de San Javier (Murcia), donde su padre era coronel meteorólogo, empezó sus estudios en la Escuela de Ingenieros Aeronáuticos en Madrid. Sin embargo, no lo tuvo fácil debido a la prematura muerte de su padre, que le obligó a retornar a Murcia a ocuparse del negocio familiar y sustento de su familia: una academia para la preparación de futuros cadetes del ejército del aire. Aunque, obviamente, no pudo asistir a las clases universitarias en Madrid, Juan logró graduarse entre los mejores de su clase utilizando los “apuntes” enviados por sus compañeros de clase.

Tras graduarse, obtuvo una beca Guggenheim para realizar los estudios de doctorado en Princeton bajo la dirección de Irv Glassman, científico muy reconocido en el ámbito de la combustión. Su trabajo pionero captó la atención del departamento de investigación de la corporación Shell, que lo contrató en 1981 para dirigir el grupo de combustión del laboratorio de Amsterdam.

Regreso en 1983 al Departamento de Ingeniería Mecánica en la Universidad del Sur de California (USC), donde trabajó en problemas de dinámica de fluidos relacionados, entre otras materias, con aplicaciones de propulsión aeroespacial. Fue durante su estancia en Los Ángeles cuando conoció a Alexis, con quien se casó en 1985 y a la que ha permanecido unido hasta el final. Si decíamos antes que Juan era el padre de la familia científica de todos los que trabajaron en su grupo en San Diego, Alexis ha sido, sin lugar a dudas, la madre.

En 1990 se incorporó al ahora departamento de Ingeniería Mecánica y Aeroespacial (MAE) de la Universidad de California en San Diego (UCSD), donde permaneció hasta el presente y desarrolló numerosas líneas de investigación que le llevaron a convertirse en el Profesor de Ingeniería o Ciencias Aplicadas Stanford y Beverly Penner, presidente de MAE (1999-2004), y decano interino de la Escuela de Ingeniería Jacobs (2012-2013).

En la primera parte de su carrera Juan hizo importantísimas contribuciones a la Mecánica de los Fluidos. En particular, en problemas de turbulencia multifásica -con coexistencia de gas y líquido-atomización, combustión y mezclado en flujos turbulentos. Armado con su profundo conocimiento de Mecánica de Fluidos y métodos experimentales, Juan saltó al estudio de problemas biomédicos, en un principio relacionados con la hemodinámica, una de las fronteras entre la Mecánica de Fluidos y la Biomedicina. Aparentemente este salto estuvo impulsado por la temprana muerte de dos de sus hermanas. En este campo desarrolló una brillante y prolífica carrera trabajando en las interfaces entre la mecánica, la biología y la medicina, actividad multidisciplinar en la que creía fervientemente. “La ingeniería como conjunto de teorías y de técnicas que permiten el aprovechamiento práctico del conocimiento científico debe ser una actividad altamente pluridisciplinar. Con el creciente aumento del conocimiento científico y de las técnicas de cálculo, el gran reto al que nos enfrentamos en el siglo XXI es rediseñar el sistema educativo y de investigación para que, manteniendo la especialización necesaria para el progreso tecnológico en áreas ya establecidas, se fomente a su vez la confluencia de ideas y las actividades pluridisciplinares esenciales para la creación de nuevas tecnologías”.

Entre sus logros en el campo biomédico cabría destacar sus estudios sobre la compleja interacción entre los estímulos mecánicos y la fisiopatología de la remodelación vascular, responsable del agrandamiento de los aneurismas cerebrovasculares y aórticos abdominales. O su patente (de entre las casi 50 que poseía) de un catéter de enfriamiento endovascular de sangre, el primer dispositivo aprobado por la Food and Drug Administration de los EEUU para enfriar rápidamente la temperatura corporal después de un paro cardíaco, para proteger el cerebro del daño resultante. En los últimos años desarrolló también trabajos de gran importancia básica, tanto experimentales como de modelización, relacionados con la mecánica, la mecano-transducción, y la migración e invasión celulares. Su capacidad para abordar problemas complejos le permitía tamaña versatilidad. Una de sus dotes más asombrosas era lo rápidamente que se hacía con un problema nuevo, cómo llegaba a comprender su esencia y era capaz de explicarla con igual rigor a otros profesores y a estudiantes; o a médicos y a ingenieros por igual.

A esta versatilidad y capacidad de adentrarse en problemas nuevos con éxito se le sumaba otra característica esencial del Juan científico: su obsesión por la relevancia y la utilidad de sus trabajos para la sociedad. Cuando sentía que las contribuciones centrales en un campo ya estaban hechas, no dudaba en avanzar a otro campo más fértil en hallazgos por hacer. Así, por ejemplo, cuando comprendió que la dinámica de los aneurismas había llegado a su límite de avance de conocimiento si no se tenía en cuenta la mecánica del tejido celular que constituye los vasos sanguíneos, no dudó en comenzar de cero en el campo de la biología celular. Esa visión de cuál es en cada momento el problema relevante a estudiar es una de las raíces de su éxito científico. Y sin duda una fuente de inspiración para sus colegas y discípulos, que hemos admirado su valentía a la hora de saltar a un problema nuevo cuando se encontraba ya asentado en una temática. Esa inquietud y apetito por descubrir cosas nuevas le ha acompañado toda su vida. Su carrera científica, de hecho, comenzó en parte así: tomó la decisión de irse a los EEUU cuando en la universidad donde cursó los estudios le vaticinaron, dadas sus capacidades, una brillante carrera académica.

Tan extensa y relevante actividad recibió numerosos e importantes reconocimientos, cuya enumeración hubiera bastado para definirlo como científico: Recibió el “Frenkiel Award for Fluid Dynamics from the American Physical Society (APS) en 1990, el “2003 Breakthrough Innovation in Medical Sciences”. Era miembro de la de la Academia Nacional de Ingeniería y de la Academia Nacional de Inventores, ambas de EE.UU., así como miembro correspondiente de la Real Academia de Ingeniería de España y Miembro de la Sociedad Estadounidense de Física, de la que fue miembro del Consejo Ejecutivo. Fue nombrado Doctor Honoris Causa por nuestra Universidad Carlos III en Enero de 2011 y por la Universidad Politécnica de Madrid en Octubre del mismo año.

Aunque pasó toda su vida profesional en el extranjero, mantuvo un vínculo estrecho con España. Siempre atendió gustoso los requerimientos que le hicieron instituciones españolas para proporcionar su consejo, colaboración y ayuda en cuestiones académicas o científicas.

Para nuestra suerte, mantuvo una intensa y constate colaboración con nuestra universidad a la que, en su discurso de investidura como Doctor Honoris Causa calificó como “una universidad joven, dinámica y llena de energía”. Como hechos destacables figuran los siguientes:

A finales de la primera década de los años 2000, jugó un papel fundamental en la promoción, la definición y la organización del grado de Ingeniería Biomédica de nuestra universidad, y del correspondiente Departamento de Bioingeniería, en el momento actual fusionado con el de Ingeniería Aeroespacial. Y lo hizo siguiendo su innovadora visión: “Es indiscutible que el siglo XXI se perfila como el “siglo de la biología y de la medicina”, en el que los científicos y técnicos nos enfrentamos al gran reto de transformar las llamadas ciencias de la vida, que hasta hoy han sido altamente descriptivas, en ciencias cuantitativas y exactas. Este reto exige la creación de una actividad interdisciplinar que promueva la confluencia de ideas y agilice la integración de los avances científicos en física, matemáticas, y en la biología y la medicina. La Ingeniería Biomédica, como ciencia aplicada, debe jugar un papel fundamental en esta integración”. Creo que es imposible exagerar la generosidad y la pasión con la que Juan se entregó al proyecto de crear el grado en Ingeniería Biomédica en nuestra universidad. Todo el entusiasmo, el tiempo y la energía que dedicó al proyecto tuvo como motivación principal ver uno de sus sueños hecho realidad: que España contara con un grado en Ingeniería Biomédica, al estilo de los muy exitosos existentes en los EEUU.

Otra de sus características fue tratar de reclutar a los mejores en cada campo. Esta búsqueda hizo honor a uno de sus principios: “la persona mediocre trata de rodearse de gente igual o inferior, la persona brillante quiere a su lado a los mejores, de ser posible, mejores que él”. Este principio le conducía a otro que también repetía hasta la saciedad: “mis mayores éxitos no son los míos, sino los de la gente que se ha formado conmigo”. Es difícil imaginar todo el esfuerzo, interés y cariño que Juan ha puesto siempre en asesorar y apoyar a sus discípulos en su desarrollo profesional (¡y personal!). A la vista de esto supongo que se entiende el sentimiento de soledad que ha dejado entre los que pertenecieron alguna vez a su familia científica.

La colaboración, y el apoyo, de Juan al proyecto de Ingeniería Biomédica en la UC3M no terminó con la creación del grado. Entre Marzo de 2014 y Junio de 2015 fue Catedrático de Excelencia de nuestra universidad, pasando dos cuatrimestres interactuando con numerosos departamentos y trabajando con los grupos de Bioingeniería en la definición de nuevas líneas de trabajo que todavía hoy siguen dando lugar a publicaciones. Finalmente, en 2017 fue miembro del Consejo Asesor del recientemente puesto en marcha Grado en Ingeniería Física, siendo, como siempre, sus consejos desinteresados, muy valiosos y pensando en ayudar a que nuestra universidad fuese sobresaliente y generara los mejores profesionales en cada campo.

Aunque lo hayamos perdido, celebremos el ejemplo que nos ha dejado: la inspiración y la pasión por la ciencia, la búsqueda de la relevancia y el rigor, y su ejemplo poniendo a las personas siempre por delante.

Alberto Corazón por Enric Satué

Alberto Corazón por Enric Satué

Alberto Corazón Alberto Corazón, recientemente fallecido, realizó el diseño de la imagen gráfica del Mercado Puerta de Toledo cuando se produce su rehabilitación a finales de los 80. Este espacio es ahora el campus Madrid-Puerta de Toledo de la UC3M y en él se conservan algunas muestras de la obra gráfica y escultórica de este gran diseñador y artista. Hemos querido rendirle homenaje a través de la memoria de admiradores y amigos. Lo que sigue es el recuerdo del diseñador Enric Satué.

Se hace camino al andar

El camino que Alberto Corazón y yo llevábamos haciendo juntos —empiezo utilizando una expresión suya— se interrumpió para siempre la fría mañana del día 10 de febrero de este año catastrófico, no sólo por lo pandémico. Ocurrió abruptamente, porque si bien muchas veces la muerte llega allí donde ya se la aguarda, no deja jamás de ser abrupta. Por lo visto y oído es un fenómeno tan inexplicable como inevitable. Por un elemental respeto a su ausencia, he dejado de andar aquel camino que hasta el último momento hicimos los dos juntos tan gozosamente, pese a las inclemencias, obstáculos y sinsabores que logramos superar oponiendo una esperanza y una alegría lo bastante duras de pelar como para avanzar sin indecisiones ni temores insalvables.

Alberto era tres años más joven que yo, también mucho más ágil (sin pasar por el gimnasio, jugó hasta muy tarde al fútbol con algún editor comprometido y los obreros impresores con los que confraternizó) y, por supuesto, más cultivado intelectualmente. Al principio —y me estoy refiriendo a cincuenta años atrás— hubo que superar la enemistad a la que nos condenó aquella estúpida paradoja de trabajar, él para editores barceloneses y yo para editores madrileños; en aquellos tiempos preconstitucionales era, lisa y llanamente tabú. Además, yo aparecí en la plaza cuando Alberto ya estaba prácticamente encumbrado, gracias a la fértil semilla del diseño gráfico que fue sembrando con sus propias manos en tierras baldías, de las que muy pronto, no obstante, ambos recogeríamos los primeros sabrosos frutos.

Por fortuna, la causa tuvo el efecto apetecido, y salimos de la experiencia amigos para siempre, superando felizmente la hostilidad de apriorismos tan perversos como a la postre infundados. Juntos emprendimos entonces, casi cogidos de la mano, un camino gráfico más que prometedor, y todavía poco antes de interrumpirse del todo Alberto Corazón seguía creyendo firmemente en que «el diseño era la herramienta que permitía mejorar la relación y comprensión de lo que nos rodea, la realidad simbólica y objetual. Cuando diseño —repetía con reiterada obstinación— me siento un ciudadano más útil a la comunidad. Y eso es lo que deberíamos transmitir, en mi opinión, a nuestros conciudadanos y clientes.»

Alberto era diseñador como yo, pintor como yo (aunque no ejerzo) y escritor como yo: él en la variante de impresiones, reflexiones y memorias —materia esta última que compartimos—, no así en la divulgación del diseño gráfico desde los orígenes hasta nuestros días. Pero así como yo siento que escribir se me antoja otra forma de pintar (con letras y palabras a escoger libremente, como los colores y los escorzos), o como una suerte de regreso al principio, Alberto dibujaba y pintaba por una necesidad interior, casi mística, ya fuese al lado, delante, detrás o debajo de cualquier otra actividad cultural o intelectual en la que anduviera metido. También dibujó y pintó, exclusivamente para mí, un mapa de Madrid muy particular cuyos puntos cardinales puedo situar todavía, a un lado, en el Mercado de la Puerta de Toledo; al otro, en la carretera que conduce a la Coruña (en el km 13,300, donde tenía instalados estudio y vivienda, en La Florida); allá en el frente, la galería Juana Mordó (al comienzo de Castelló y cerca del Retiro, si no recuerdo mal, donde siempre pasaban cosas, como por ejemplo coincidir con Rafael Solbes y Manolo Valdés, los miembros del entonces imprescindible y famoso Equipo Crónica); y al fondo, en sordina, su amado estadio Santiago Bernabeu (su madridismo y mi barcelonismo no fueron nunca antitéticos, ni tampoco incompatibles).

Dicho de otro modo, así fue como Alberto Corazón dibujaba y pintaba su versión de la fe, la esperanza, la alegría y la rebelión, pasiones todas propias de nuestra comprometida y comprometedora juventud, común a la de cierto comprometido y comprometedor Cesare Pavese de quien, sospecho que únicamente por jóvenes, nos pilló su poética pulsión existencial; la verdad es que en el ingrato proceso de aprender «el oficio de vivir» aceptábamos lo que buenamente nos era dado. Fueron tiempos muy difíciles para la lírica.

Entrañable y muy hábil conversador, persuasivo hasta hacerse irrefutable, conversar con Alberto siempre me resultó instructivo, y estoy por decir que (amantes ambos de la música) hasta su silencio lo daba yo por educativo. Era, en fin, tan ponderado que a lo bueno le sacaba defectos y a lo malo virtudes, buscando por todos los medios una ecuanimidad que pudiese al cabo calificar de justa. Corazón de corazones, el aforismo de W. J. Goethe que dice que «la representación plástica es el reino de la poesía, y si te descuidas de la filosofía,» parecía pensado ex profeso para él.

Es obvio que, cuando me fue presentado en Barcelona en 1971, Alberto ya me pareció un tipo considerable, dueño de un talento poco común. Muy leído, afable y seductor, fue un conquistador nato a causa de su irresistible retórica y una empatía galopante, materiales ambos con los que, bien mirado, podría construirse un príncipe. Pero príncipe o no, se dio el caso que el diseñador gráfico de Benetton y del programa de señalización del metro de Nueva York, Massimo Vignelli, miembro que fue del jurado de los Premios Nacionales de Diseño del año 1989 del cual formé parte yo mismo, como premiado el año anterior, ante los proyectos que Alberto presentó a concurso no pudo por menos que exclamar: «Pero esta no es la obra de un diseñador. ¡Esto es de un gigante!»

Entiendo que el gigante lo representara muy dignamente el poder y la fuerza (por no llamar rabia) con que expresaba su gráfica toda, pero un cierto gigantismo lo aportaba también con su producción, intensa y extensa (literalmente gigantesca), difícilmente asumible por un hombre solo. Alberto Corazón firmaba logotipos e imágenes de identidad de ministerios, gobiernos autónomos, grandes compañías de signo diverso, consorcios financieros y bancarios e incluso pequeñas, pequeñísimas y medianas empresas; imágenes editoriales y cubiertas de colecciones de libros; carteles para acontecimientos sonados o discretos, catálogos variados y diseño urbano de todas clases, desde la señalización, el mobiliario o la iluminación. Hacía de todo y a gran escala, y esto suponía por sí mismo lo que cabe esperar de un gigante.

Tengo para mí que no iba con demasiada frecuencia al cine (algo más al teatro y mucho a óperas y conciertos, en Madrid o donde fuera o fuese) porque lo verdaderamente suyo eran las reuniones con amigos en casa, a la hora de cenar, alrededor de alimentos de mercado y vino tinto a discreción (en su última mudanza de hace ya tres años todavía le apareció un Reserva 890 de la Rioja Alta de los años setenta, mudo testimonio de aquellos tiempos, y quién sabe si estropeado). Sin duda, para los falangistas que quedaban en sus puestos durante los primeros años setenta (los intelectuales de un régimen franquista plagado de militares) aquellas reuniones nocturnas con conversaciones apasionadas y apasionantes las clasificarían torpemente de contubernios: que si el contubernio de la Plaza Mayor o el contubernio de Majadahonda o el contubernio de La Florida o el contubernio de Antonio Palomino, en Chamberí. Pero es que, tal y como tituló Pavese otro de sus libros, «trabajar cansa», tras de las extenuantes jornadas laborales Alberto reponía fuerzas a su manera, es decir, manteniendo los motores en marcha.

En resumen, y a grandes rasgos, creo que en este apresurado balance puedo suponer y supongo que Alberto Corazón recorrió un camino más feliz y placentero de lo que él mismo llegó a considerar cabalmente. Claro está que hubo quien le desbrozó el camino amorosamente. Alguien a quien reconoció explícita y admirablemente su deuda biográfica cuando, en letra impresa y negro sobre blanco escribió, como sólo saben escribir los gigantes, que «mi vida se divide en dos partes: antes de Ana y después de Ana.»

En esta ocasión, verdaderamente especial, considero oportuno concluir mi escrito dando la palabra al mismo Alberto Corazón (¿quién mejor?) para corresponder a la amistad exaltada en mi texto. Cierto día tuvo la gentileza, aliñada con su afecto, de expresarse sobre mi trabajo de este modo en Cuando editar era una fiesta (un libro de Tusquets Editores sobre Jaime Salinas), publicando un testimonio del que he extraído unos pocos párrafos: «A comienzos de 1977, en las mesas de novedades de las librerías de todo el país, aparecen unos libros que marcarán un antes y un después en la cultura del diseño editorial español. […] ¿Qué hacían a esos libros tan especiales en su aparente modestia? Su ‘aura’. Libros que recuperaban una dignidad tipográfica que parecía extinguida, una armonía de versales, caja baja, cursivas, musical y geométrica, que provocaban el acariciar el volumen, que anticipaban el placer de abrirlos y leer, del tacto del papel, de poseerlo. […] Enric Satué era, ya entonces, un maestro, pero su talento gráfico no había casi traspasado las fronteras de Cataluña. […] Esa es la personalidad única que Satué supo construir. Un rectángulo dentro de un rectángulo, como una doble cubierta, separados por una ligera y discreta orla de motivos ornamentales de la tipografía clásica.»

Enric Satué, diseñador gráfico y escritor

Breve perfil de Enric Satué (por él mismo)

Barcelona, 1938. Diseñador gráfico, profesor universitario, Premio Nacional de Diseño y Premio Nacional de Diseño de la Generalitat de Cataluña, historiador y divulgador del diseño gráfico, escritor y académico honorario de la Real Academia Catalana de Bellas Artes de San Jorge. Autor de obras algo conocidas en Madrid, como el logotipo del Instituto Cervantes, la imagen de identidad y editorial de Ediciones Alfaguara, la renovación de la cubiertas de la colección Austral, la renovación de la revista Ínsula, la redacción de la voz «Diseño gráfico» para la Enciclopedia Espasa, y tal vez el cartel oficial de los Juegos Olímpicos de Barcelona.

*Imágenes de objetos y diseños de Alberto Corazón en el campus Madrid-Puerta de Toledo de la UC3M.

Alberto Corazón por Valeriano Bozal

Alberto Corazón por Valeriano Bozal

Alberto Corazón, recientemente fallecido, realizó el diseño de la imagen gráfica del Mercado Puerta de Toledo cuando se produce su rehabilitación a finales de los 80. Este espacio es ahora el campus Madrid-Puerta de Toledo de la UC3M y en él se conservan algunas muestras de la obra gráfica y escultórica de este gran diseñador y artista. Hemos querido rendirle homenaje a través de la memoria de admiradores y amigos. Valeriano Bozal, historiador del arte, le recuerda así.

El agrimensor

En un cuaderno publicado en abril de 2018, Se está haciendo tarde, escribió Alberto Corazón: “La belleza como armonía y verdad, ese intento de verbalizar lo inefable, lo que no puede decirse (…) En esa escucha se enfrascaron los agrimensores, no los sacerdotes. Mientras estos organizaban el poder, los otros creaban las herramientas para perseverar en ser humanos: medir, pesar, contar y hacerlo con signos que compartiéramos”. El texto pertenece a una época en la que Corazón pintaba y esculpía. Su estado de salud no era el que tenía cuando yo le conocí y durante años, cincuenta y siete, en los que nuestra amistad ha sido entrañable, pero su intensidad, su empuje por medir, pesar, contar, y sobre todo hacerlo con signos que compartiéramos, seguía intacta.

El agrimensor, un término que actualmente no se usa mucho, pero que Alberto utilizaba en sus escritos y, creo, en su conciencia, luchaba para perseverar y lo hacía con signos que todos podíamos compartir, a diferencia del poder de los sacerdotes, que nos estaba vetado. Kafka lo entendió perfectamente cuando escribió El castillo. Corazón empezó a dibujar esos signos en torno a 1964 y 1965, sus primeros libros y portadas en la editorial Ciencia Nueva. Lo conocí entonces. La portada, su portada, se ilustraba con una cara y una indicación, una señal, ocupaba todo el espacio; en la contraportada, con su letra, ofrecía una parca información del contenido del volumen.

Habitualmente se considera que el diseñador ha de hacer más atractivo el producto diseñado: los lectores se sentirán atraídos por los libros, los carteles atraerán al público, los anuncios a los compradores, las señales de tráfico lo facilitarán… El agrimensor-diseñador que hizo todo esto, hizo más cosas, medía, pesaba, contaba y lo hacía con signos que todos podíamos compartir.

La época auspiciaba ese comportamiento. Esa actividad podía tomar dos direcciones o, como en el caso de Corazón, ambas. En la segunda mitad de la década de los sesenta el país iniciaba su transformación: consumo, medios de comunicación, viajes, editoriales, turismo, revistas ilustradas… Naturalmente, este cambio no alteró los que eran ejes de la Dictadura: ausencia de libertad política, expresión y asociación, la censura continuaba haciendo su trabajo, al igual que los aparatos represivos del Estado, ejército, policía, judicatura, iglesia. Resolver esa contradicción era difícil, nosotros no sabíamos que sólo la muerte del dictador llegaría a hacerlo.

La contradicción se apoyaba en dos lógicas, una, la más fuerte, la estructura del Estado, organizaba el poder, otra, la más débil, que como un topo socavaba y sacaba a luz las dificultades de la primera, un callejón sin salida, se apoyaba sobre la transformación social, económica y cultural, ponía de manifiesto los cambios de imagen que se producían.

Este es el punto en el que entra a trabajar el diseñador, cuando dibuja la imagen de una modernidad todavía no producida pero ya sugerida. Los libros de Ciencia Nueva, como los que otros diseñadores realizaron para Alianza, Seix Barral, Ariel, Anagrama etc., rompían definitivamente con los antiguos, precisamente porque revelaban su antigüedad. Ahora bien, no sólo trabajaba el dibujante, el agrimensor también lo hacía: esos libros-signos constituyen parte de las herramientas de las que echar mano para perseverar en ser humanos: para muchos fueron nuestras herramientas.

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A la luz de este concepto, la evolución de Corazón cobra una nueva perspectiva. Nunca abandonó el diseño –los signos-imágenes que han de ser leídos-, pero los traspasó de parte a parte con actividades que se consideraban bien colaterales, bien opuestas, en cualquier caso diferentes. En los últimos sesenta empezó a trabajar con serigrafías y reproductoras de planos, con fotografías y diapositivas, sobre materiales innovadores, creaciones que penetraban en un terreno resbaladizo, el del arte. Resbaladizo para un diseñador, resbaladizo por la misma naturaleza de lo creado, poco que ver con lo convencional, admitido y propio de ese mundo.

En el paso de los sesenta a los setenta Alberto Corazón entró en contacto con Nacho Criado en Madrid y con los conceptuales catalanes. En el marco de esta relación surge un conjunto de obras con el título común de “documentos”: Corazón lleva hasta sus últimas consecuencias una propuesta, Leer la imagen. “Leer la imagen” no era un concepto por completo nuevo, lo conocíamos a través de la crítica francesa (pero esta crítica respetaba la imagen realizada para ser contemplada, mientras que los “documentos”, por su propia naturaleza, exigían la lectura –no menos que la contemplación). Los “documentos” eran cuadernos cuyas páginas debían pasarse y leerse a fin de formar una imagen. La paloma (1972), Agua/Fuego/Tierra/Aire (1972), Propuesta para una iconografía popular (1972), etc., son algunos de esos “documentos”.

Simultáneamente, lejos de abandonar el mundo de la gráfica, renovó la que hasta ahora era convencional. Transformó el Boletín del Colegio de Doctores y Licenciados de Madrid en un periódico de agitación, e intentó hacer de Nuestra Bandera, revista teórica del PCE, una publicación que no fuera del Comité Central, es decir, una publicación que desbordara los ámbitos del partido y al partido mismo. La aventura llegó a durar cinco años.

El éxito de su gráfica le llevó a ser, si no el más importante, sí uno de los más importantes grafistas del país. La imagen de identidad corporativa fue el paso siguiente. Sus logos dibujaron la identidad de instituciones que se habían renovado con la nueva situación política o habían nacido en el marco de esa situación. La Rioja, RENFE, UNAM, Paradores, Tesoro Público, Anaya, Biblioteca Nacional, Mapfre, etc. fueron algunas de esas instituciones.

Me pregunto, ¿pudo llegar el agrimensor al castillo? El agrimensor necesita tierra, espacio para medir, contar, pesar. ¿Eran las instituciones el castillo cuya identidad había dibujado? En los años ochenta dio un giro que resulta tan sorprendente como difícil: empezó a pintar y esculpir. En la pintura y la escultura el agrimensor cobra fuerza y los signos que podemos compartir, herencia de los logos anteriores, se incluyen en imágenes complejas, no desaparecen, cambian. La naturaleza, los objetos, la vida cotidiana pasa a primer plano. Con la vida cotidiana, las palabras, como si quisiera mantener, ahora en pinturas, aquella lectura que definía los años conceptuales. Son, ahora, pinturas, no “documentos”, pero exigen la distancia que dominaba en aquellos y, paradójicamente, la proximidad que la pintura y la escultura hacen suya.

A lo largo de su evolución, Corazón se había interrogado, en su propias obras y en sus escritos, sobre la naturaleza de lo que hacía. No abandona esa actitud, bien al contrario: al moverse en un mundo de objetos corrientes, vasos, cabañas, cuchillos, mesas, tapias y paredes, frutas, en un espacio que necesita ser medido, en una narración que exige ser contada, la pregunta es imprescindible. Contestará sirviéndose de una pintura llena de objetos cotidianos, un bodegón de Caravaggio. En 2012, en un viaje a Milán, había contemplado en la Ambrosiana Cesto con frutas, que el pintor italiano había realizado en torno a 1596. Con este motivo escribe un texto breve, cuaderno lo denomina, titulado ¿Es la memoria un cazador furtivo? La Cesta con frutas de Caravaggio como pretexto. El agrimensor se preocupa por la pintura. ¿Cómo ha dispuesto el artista los motivos, cómo se apoyan unos en otros? ¿Cuál la luz, cómo el equilibrio, la organización visual? “La ‘verdadera realidad’ en la cesta, por decirlo de un modo tosco, está en la pintura, no en las frutas”, concluye. ¿Es la memoria un cazador furtivo? descubre el horizonte de su pintura: desde esa memoria comprendemos mejor que se está haciendo tarde.

Valeriano Bozal

Breve perfil de Valeriano Bozal (por él mismo)

Madrid, 1940. Ha sido catedrático de Historia del Arte en la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido Presidente del Real Patronato del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Se ha especializado en el estudio de la obra de Francisco Goya y el arte contemporáneo. En el ámbito de la estética, se ha ocupado fundamentalmente de los problemas del lenguaje artístico, la experiencia estética y el gusto.

Entre sus libros, cabe destacar: Los primeros diez años. 1900-1910, los orígenes del arte contemporáneo ( Madrid, Visor, 1991), Pintura y escultura españolas del siglo XX (1900-1939-1990) (Madrid, Espasa Calpe, 1992), Goya y el gusto moderno, (Madrid, Alianza, 1994), Il gusto, (Bologna, Il Mulino, 1996; edición española: Madrid, Machado, 1999 y 2008), Pinturas negras de Goya, (Madrid, Tf. Editores, 1997; nueva edición: Madrid, Machado, 2009), Necesidad de la ironía (Madrid, Machado, 1999), Johannes Vermeer de Delft (Madrid, TF Editores, 2002), El tiempo del estupor. La pintura europea tras la Segunda Guerra Mundial (Madrid, Siruela, 2004), Francisco Goya. Vida y obra  (Madrid, Tf, 2005), Estudios de arte contemporáneo, I y II  (Madrid,  Machado, 2006), Pieter Bruegel. Triunfos, muerte y vida (Madrid, Abada, 2010), e Historia de la pintura y la escultura del siglo XX en España (Madrid, Machado, 2013).

*Imágenes de objetos y diseños de Alberto Corazón en el campus Madrid-Puerta de Toledo.