Entrevista a Antonio Lecuona

Entrevista a Antonio Lecuona

Antonio Lecuona Neumann

Se cumplen 25 años de la puesta en marcha de la Escuela Politécnica Superior de la UC3M. Antonio Lecuona, catedrático del departamento de Ingeniería Térmica y de Fluidos de la Escuela Politécnica Superior de la UC3M,  participó como vocal de la Comisión Gestora.

¿Cómo fueron los primeros años de la Escuela Politécnica Superior?, ¿recuerdas alguna anécdota?

Guardo recuerdos imborrables de esos años por lo que significaron y por lo intensos que fueron para mí. Unos años en los que coincidió el  nacimiento de mi segundo hijo, el encargo del Ministerio para trabajar en la conformación de la Escuela Politécnica Superior como vocal de la Comisión Gestora, mi actividad investigadora, todavía en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Aeronáuticos, y la consecución de la cátedra en la Universidad Carlos III de Madrid.

Recuerdo la inusitada y sorprendente confianza que una personalidad tan destacada como era el rector Gregorio Peces Barba depositó en mí  y en los que inmediatamente vinieron después para poner en marcha la Escuela Politécnica Superior. Esta confianza nos permitió trabajar con gran independencia y creatividad.

El plan inicial era empezar por la Ingeniería Aeronáutica, pero finalmente se decidió que la Ingeniería Industrial era la más amplia y la más apropiada para empezar. Para ello necesitábamos un ingeniero industrial respetado. Todos coincidieron que Juan Ramón Figuera era el ideal, y lo fue.

Añoro de esos días el apoyo recibido por colegas de fuera de la UC3M y de los que fueron llegando respondiendo a la llamada. Todos aportaron ilusión, compromiso y entusiasmo, dedicándose plenamente al proyecto, a veces hasta el agotamiento.

Como anécdota recuerdo que en una ocasión tuve que llamar al propio rector a su casa  para que vinieran a rescatarme pues me quedé inadvertidamente encerrado en el rectorado de Getafe por la noche, trabajando solo en mi despacho.

Aquellos profesores del principio eran tan pocos que los del bar les preguntaban qué querían para comer mañana. Esa familiaridad ayudó mucho. Era como si fuéramos una expedición al Polo Norte. Leganés no era como es ahora. Fue memorable la buena disposición del personal de administración y servicios (Pepa Gallego en administración, Mari Carmen y Vicenta en el bar, Federico Manera, Carlos, Gloria y Mari Carmen en conserjería y muchos otros).

Antonio Lecuona Neumann durante una clase sobre cómo cocinar con el sol, en la Semana de la Ciencia.

¿Cómo eran las primeras instalaciones del campus?

Las primeras clases de Ingeniería Industrial se impartieron en 1991 en el único lugar que teníamos. Nos cedieron el instituto de enseñanza media en la Avenida del Mediterráneo de Leganés, ahora con otros usos. Apostamos por las prácticas en laboratorios para poder competir frente al gran prestigio de las otras universidades de Madrid en Ingeniería. Recuerdo que en el laboratorio de electrónica nos llegaron a construir un aparato para hacer termopares que aún usamos sin fallos. Fue Ernesto García Arés  quien lo hizo, bajo la dirección de Horacio Lamela. Ese ambiente fue irrepetible.

El diseño y construcción del actual campus costó tiempo, el esfuerzo de muchos, y se retrasó bastante porque el edificio original, Sabatini, se derrumbó durante su restauración. Inesperadamente se encontraron antiguos pozos hechos por los militares que hubo que rellenar con cientos de camiones de hormigón. En ese momento había escasez de acero en el mercado por lo que hubo demoras. Medio en broma, medio en serio, temíamos que se encontrara algún esqueleto antiguo en las ruinas o restos romanos. Finalmente, entregaron primero el precioso edificio Agustín de Betancourt, pero con los laboratorios vacíos, sin tener en cuenta que la docencia científica necesita la experimentación. Tuvimos que lograr fondos para los laboratorios impartiendo un número enorme de horas de cursos de formación continua, financiados por el Fondo Social Europeo, con el apoyo de nuestra universidad.

¿Cómo recuerdas a los primeros estudiantes que llegaron a la Escuela hace 25 años?

Eran buenos, sin lugar a dudas, y osados porque confiaron en nosotros cuando teníamos tan poco en marcha. Pero la ilusión y las ganas de hacer que se vivían en el campus les contagiaron y sorprendentemente no plantearon problema alguno a pesar de las dificultades; eran excelentes y se sentían pioneros. Pienso que su confianza estaba alimentada por un prestigio anterior. Participaban bastante en las actividades adicionales que organizábamos, como conferencias y coloquios de posibles profesores. Esto ocurre menos ahora, debido a Internet y a los móviles. Algunos de aquellos alumnos más brillantes son ahora profesores y creo que de los buenos.

El profesorado que pudimos atraer y que se quedó con nosotros era excelente, en parte gracias a que Madrid siempre ha sido una zona universitaria de gran calidad. Además el buen ambiente que reinaba el campus ejerció un efecto llamada beneficioso.

¿Cómo se pusieron en marcha los primeros proyectos de investigación?

Los primeros profesores que llegaron venían casi todos con proyectos en marcha, algunos, como en mi caso, de índole internacional. Afortunadamente pudimos terminarlos, gracias a la flexibilidad y comprensión por parte de las universidades de origen (quemamos mucha rueda en la M-30 yendo y viniendo). Ya en la UC3M, desde el primer momento, se iniciaron algunos proyectos nuevos, incluso internacionales. La Ingeniería más pesada tuvo que esperar un tiempo.

Logramos que los doctorandos, que se sumaron a nuestro proyecto de Escuela Politécnica Superior, tuvieran a su disposición medios de lo más avanzado, gracias a la financiación lograda que antes cité. Además, contaban con prestigiosos profesores con excelentes currículums que tenían la voluntad común de ofrecerles lo mejor. Fue un entorno envidiable para los doctorandos, solamente contrapesado por la menor atención que les podíamos prestar los tutores a causa de las muchas tareas adicionales que surgen cuando se empieza un proyecto como éste, con mucho por montar. La mayoría de ellos  supieron comprenderlo y superarlo, con una sabiduría digna de agradecer.

Me gustaría dar las gracias a todos aquellos que colaboraron durante aquellos primeros años y a los que siguen creyendo en el espíritu universitario.