Desde el 27 de septiembre hasta el 11 de octubre de 2017, el hall del Edifico 14 del campus de Getafe de la UC3M albergará la exposición cartográfica Dibujando la línea (1864-2014): 150 años del Tratado de Límites entre España y Portugal. Jacobo García Álvarez, profesor titular de Geografía Humana en la UC3M y uno de los comisarios de la exposición, nos explica las características de la muestra y nos da algunas claves para entender las relaciones históricas y actuales que han mantenido y mantienen España y Portugal en torno a su frontera.
¿Qué se va a encontrar el espectador que visite la exposición?
Esencialmente, una exposición cartográfica que trata de mostrar, a través de una quincena de mapas y planos en su mayor parte inéditos, datados entre mediados del siglo XVIII y principios del siglo XX, la forma en que se delimitó de manera moderna y definitiva la frontera luso-española, a partir del Tratado de Lisboa de 1864. Esta selección de imágenes, centrada en el sector galaico-portugués (uno de los que más controversias suscitó), nos muestra también la manera en que esta frontera (la “Raya”, como se la conoce popularmente) ha sido percibida y en cierto modo apropiada por los gobiernos centrales de ambos países, responsables de impulsar esta cartografía. Nos muestra también, siempre desde la percepción de los aparatos centrales del Estado, reflejada en los mapas, cómo eran y evolucionaron, en el período descrito, los territorios fronterizos; cómo se habitaban, organizaban y utilizaban; cómo se controlaban y defendían, pero también cómo se transgredían (mediante, por ejemplo, el contrabando). Nos ilustra, asimismo, sobre las contiendas territoriales principales que dieron lugar a la necesidad de delimitarlos de manera exacta, mediante una frontera lineal, así como las dificultades a las que, después de la aprobación del Tratado, se enfrentó su demarcación. Por último, la exposición aspira a reivindicar y dar a conocer el original y valioso patrimonio documental (geográfico y cartográfico) derivado de la labor de las Comisiones Mixtas de Límites luso-españolas, responsables de preparar y ejecutar dicho Tratado. Como se pretende poner de manifiesto, este patrimonio resulta representativo no sólo de los intereses nacionales particulares de país, en ocasiones enfrentados, sino también, e incluso en mayor medida, de la colaboración y la cooperación científicas entre ambos.
La frontera hispano-portuguesa (la “Raya”), ¿es realmente la más antigua de Europa, como se suele decir?
Seguramente lo es, aunque esta idea precisa varios matices. En primer lugar, la frontera de Portugal con los reinos de León y Castilla se configura en distintas etapas, marcadas, esencialmente, por la independencia de facto del condado de Portugal respecto del reino de León (1128), su reconocimiento como reino independiente (1143), la formación del territorio portugués en virtud del proceso de la Reconquista (culminada con la anexión del Algarve en 1249) y la firma de los Tratados de Badajoz (1267) y Alcañices (1297), establecidos con el reino de Castilla y con los que Portugal adquiere unos límites fronterizos muy parecidos a los actuales. En segundo lugar, cabe recordar que la frontera luso-española fijada por esos tratados no era una frontera lineal y enteramente continua, como hoy la conocemos, ni tampoco una frontera absolutamente estable. Entre 1580 y 1640, por ejemplo, durante la Unión Ibérica, su funcionalidad desaparece, mientras que en otras fases de guerra u hostilidad entre ambos reinos se producen cambios territoriales fronterizos, como el que dio lugar a la anexión por España del territorio de Olivenza (1801), que para Portugal sigue siendo una cuestión no cerrada. Además, hasta fines del siglo XIX existieron áreas fronterizas de límites imprecisos o disputados, así como espacios jurisdiccionales complejos, que no pertenecían enteramente ni a Portugal ni a España. En realidad, la frontera luso-española no se delimita de manera clara y definitiva hasta los Tratados de Límites de 1864 y 1926.
¿Qué características propias presenta respecto a otros pasos fronterizos?
Histórica y políticamente, se trata de una frontera muy antigua, como ya se ha indicado, y geográficamente conforma una de las fronteras terrestres más largas de Europa (con cerca de 1.300 km de línea fronteriza). Esto ha influido de manera notable en términos territoriales, económicos y culturales, contribuyendo, por ejemplo, a la diferenciación lingüística entre ambos países (y no solo entre el portugués y el castellano, sino también con el gallego, con el que el portugués formó, como es sabido, una lengua común hasta al menos el siglo XV). Por otra parte, la frontera hispano-lusa ha sido tradicionalmente un espacio periférico y marginal, en su mayor parte despoblado y alejado de los centros de poder y más ricos y dinámicos de ambos estados. Exceptuando paréntesis como los de la Unión Ibérica y el caso de algunas áreas (como la galaico-portuguesa) donde las relaciones han sido más fluidas y estrechas, las poblaciones de los dos países se han dado durante muchos siglos la espalda y su conectividad en términos de infraestructuras y comunicaciones ha sido débil. Y ello a pesar de que, en general, los accidentes físicos en que se apoya a menudo la Raya (más de la mitad de ella discurre por ríos) no suponen ni supusieron nunca barreras difíciles de transitar. Desde 1986, la incorporación de España y Portugal a la Comunidad Europea y la formación de un espacio de libre circulación entre ambos estados han corregido en buena medida esta situación, potenciando la interconexión y la cooperación trasfronteriza, aunque la mayor parte de la frontera (la Raya rural e interior) ha seguido padeciendo una situación de atonía y despoblación.
Durante los años más difíciles los rayanos se aprovechaban de un contrabando de subsistencia. ¿La Raya siempre ha estado vinculada a la picaresca?
El contrabando existió de hecho desde que se creó la frontera y los monarcas fiscalizaron el tráfico de personas y mercancías, estableciendo aduanas, reglamentando, por ejemplo, qué caminos debían seguir los comerciantes para pasar de uno a otro país o creando estructuras de vigilancia y represión de aquel comercio que consideraran ilícito. Fue, en efecto, una actividad consustancial a la Raya, como a casi todas las fronteras, que implicaba a sectores sociales diversos y a veces a localidades enteras. A partir del siglo XVIII, con la desaparición de las aduanas interiores en la mayor parte de la España peninsular, las dimensiones económicas de las fronteras se incrementaron y con ella lo hizo también la preocupación de ambas coronas por controlar el contrabando, que para las Haciendas reales –posteriormente estatales- suponía una pérdida de ingresos importante. Esa preocupación fue precisamente uno de los motivos que condujo a la firma de los Tratados de Límites decimonónicos (tanto entre España y Portugal como entre España y Francia), que incluyen diversas disposiciones destinadas a controlar y mitigar este tipo de actividad. En el sector orensano de la Raya, por ejemplo, el Tratado de 1864 puso fin a dos territorios especialmente propicios al contrabando: el Coto Mixto (una especie de micro-estado cuyos habitantes disponían de privilegios como el de pasar y comerciar libremente de un país a otro sin control aduanero o el de cultivar cualquier producto, incluido el tabaco, sin las restricciones impuestas en los dos reinos) y los llamados “pueblos promiscuos”. Estos últimos eran tres aldeas cuyos términos se situaban sobre la misma línea fronteriza, que pasaba por la mitad de los núcleos, de ciertas calles e incluso de algunas casas, de manera que sus dueños podían entrar por una puerta situada del lado portugués y salir por otra ubicada del lado español, o viceversa, y ejercer el contrabando sin que los carabineros y guardias fiscales pudieran impedirlo. Con el citado Tratado, la mayor parte del Coto Mixto pasó a la soberanía de España, mientras que los tres pueblos promiscuos se asignaron enteramente a Portugal.
Se ha hablado a menudo de las fronteras lineales como “ilusiones cartográficas” trazadas en contra de las realidades geográficas y culturales (supuestamente homogéneas) de estos territorios, ¿hasta qué punto es esto cierto?
Esta idea de la frontera lineal como una” ilusión” o “superstición cartográfica” fue formulada ya por geógrafos franceses en el período de entreguerras y tiene un fondo de verdad. Viene a decir que la cartografía contemporánea ha trasladado a los ciudadanos (empezando por los responsables políticos y diplomáticos) una imagen simplificada, confusa y en buena medida falsa de las fronteras (en especial de las fluviales y orográficas), al exagerar su carácter lineal frente a su auténtica naturaleza geográfica, esencialmente zonal. En realidad muchas fronteras, pese a la divisoria política que representan, han operado como regiones con una personalidad específica y un nivel de integración geográfico, económico e incluso cultural elevado. Un buen ejemplo de ello sería la frontera franco-española en los Pirineos, cuyos habitantes han mantenido tradicionalmente vínculos muy fuertes, pues las economías en que se basaban, con una ganadería de trashumancia, en continuo movimiento, requerían a menudo de acuerdos para explotar conjuntamente terrenos que podían estar localizados en diferentes lados de la frontera.
¿Existe la utopía de una unión ibérica?, ¿crees que portugueses y españoles apostarían hoy por esta unión?
Aunque no es un asunto que figure en la agenda política actual, contamos con diversas encuestas que avalarían este tipo de proyectos. Por ejemplo, el penúltimo Barómetro Imagen de España (BIE), publicado en julio de 2016 por el Instituto Elcano, indicaba que un 68% de los portugueses está de acuerdo en que España y Portugal avancen hacia alguna forma de unión política ibérica. Y encuestas de 2011 reflejaron que uno de cada tres españoles apoyaría esa unión.
Foto principal: fotograma de A raia, corto de Iván Castiñeiras.