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Juan Manuel Santos Calderón logró durante su mandato como presidente de Colombia (2010-2018) el acuerdo de paz que acabó con más de medio siglo de enfrentamientos entre la guerrilla de las FARC y el Estado. En 2016 obtuvo el Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos para poner fin a la guerra civil en su país. En la actualidad se dedica a la docencia en universidades como Oxford o Harvard.

Santos Calderón visitó la UC3M para hablar de paz y justicia transicional en Colombia, en un debate moderado por Juan Carlos Henao Pérez, exmagistrado y expresidente de la Corte Constitucional de Colombia y Rector de la Universidad del Externado, con la participación del diputado de Unidas Podemos, Enrique Santiago Romero. El encuentro se celebró el 14 de noviembre de 2019 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid y estuvo organizado por la Cátedra de Estudios Iberoamericanos de la UC3M y el Instituto “Pascual Madoz” del Territorio, Urbanismo y Medio Ambiente de la UC3M.

Usted viene de familia de editores de medios de comunicación y fue subdirector de El Tiempo de Colombia durante algunos años, ¿cómo influyó esta faceta en el proceso de negociación?

imagenJuanManuel3Mi experiencia como periodista me dio la capacidad de ser más efectivo en la empatía. En aprender a conocer las exigencias, los miedos y las esperanzas de la contraparte. La empatía en una negociación es muy importante y mi experiencia como periodista me ayudó a desarrollar la capacidad de sentirla.

Por otro lado, el papel de los medios de comunicación en un proceso de paz es muy difícil de administrar. Los medios quieren noticias sobre cómo va el proceso y los procesos de paz son como obras de arte: solamente cuando están terminadas se pueden apreciar. Si uno los va mostrando paso por paso, generalmente es contraproducente. Por eso es tan difícil el manejo de noticias en un proceso de paz. Pero como yo había sido periodista, yo sabía que ese era —lo digo con respeto— un mal necesario. Incluso nosotros teníamos un acuerdo con las FARC de ser muy herméticos, de solamente dar noticias sobre los acuerdos a los que llegáramos. Sin embargo, sucedió que ese silencio, ese vacío, lo estaba llenando la gente que estaba en contra de los acuerdos con toda clase de mentiras. La gente se asustó, porque lo que salía en los medios no reflejaba la realidad.

¿Cómo convencer a la opinión pública sobre la necesidad de la justicia transicional?

Ahí los medios sí pueden jugar un papel muy importante: la pedagogía, explicarle a la gente el contexto de la noticia. En el caso de la justicia transicional en un proceso de paz es muy importante que los ciudadanos entiendan de qué trata la justicia transicional. Si no se les explica, van a reaccionar muy negativamente, como sucedió en Colombia con la gente que no entendió para qué servía.

¿Cómo definiría usted ese concepto?

La justicia transicional es una justicia que tiene como enfoque reparar a las víctimas. Pero se cumple con hacer justicia; se logra que no haya impunidad y, al mismo tiempo, se repara a las víctimas y se convence a los que han cometido los crímenes de que se sometan a esa justicia. Los beneficios de esa justicia tienen que ser suficientes para que tomen la decisión de hacer la transición hacia la paz.

imagenJuanManuel2Hay dos características reseñables del proceso de negociación que usted protagonizó: habló con todo el mundo, incluso con sus enemigos más encarnizados, y consultó al pueblo los acuerdos a los que llegaron. ¿Cómo fue ese proceso?

Pues mire, eso se fue produciendo en la medida en la que íbamos avanzando. Yo inicié el proceso con un gran escepticismo de la gente y muchos empezaron a criticarme. Me pareció que para tranquilizar al pueblo colombiano había que decirle que cualquier cosa que se negociara iba a someterse a un plebiscito. Esa promesa la mantuve todo el tiempo, en contra del consejo de todo el mundo. Me decían «No, no cometa el error. Usted no está obligado a hacerlo; use la vía que tiene la constitución colombiana, que es el Congreso». Pero yo me había comprometido, porque había dado mi palabra.

No me arrepiento de haberlo hecho, aunque si tuviera que volverlo a hacer, no lo haría, porque perdí. Pero ¿por qué se perdió? Porque subestimé la capacidad de los contrincantes de tergiversar las realidades.

Siempre dijo que es necesario alejarse del poder en un momento dado; usted lo hizo y lleva años fuera de la política. ¿Es fácil renunciar al poder? ¿Qué ha aprendido de su actividad política, visto desde la distancia?

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Uno no puede aferrarse al poder. Tiene que entender que el poder es pasajero y que uno lo tiene que aprovechar para hacer el mayor bien posible. Así lo asumí yo desde el principio: “Voy a hacer lo máximo que pueda para beneficio del pueblo colombiano, el pueblo que me honró con esta elección y después me reeligió”. Yo introduje en la Constitución la reforma para que no hubiese reelección porque yo creo que las democracias de hoy en día deben basarse en el buen funcionamiento de las instituciones, sobre todo en América Latina donde los caudillos han generado muchos problemas y el caudillismo ha sido nefasto. Por eso yo quise quitar la tentación a futuros presidentes para que no se aferraran al poder, porque eso generalmente resulta malo.

¿Qué reflexión hago sobre mis años de gobierno? Yo duermo tranquilo con esa satisfacción del deber cumplido. Siempre quedan cosas por hacer, pero no solamente la paz en Colombia sino todo lo que avanzamos en materia social, la disminución de la pobreza extrema, de la desigualdad, infraestructuras, lo que hicimos a nivel internacional. Espero que la historia tenga una buena opinión. Porque la historia, a fin de cuentas, resulta ser la real y máxima jueza.

¿Qué tal se siente en el mundo académico y cuál cree que puede ser su aportación en el terreno político?

A lo que me he dedicado en este último año es a estar en el mundo académico, siendo profesor visitante en Oxford y también en Harvard. Creo que ese es el mundo más apasionante, porque es ahí donde se empiezan a discutir y encontrar las soluciones a los problemas desde una perspectiva no política o desde el activismo político, sino desde una perspectiva académica. Y creo que el mundo necesita en estos momentos de la Academia para encontrar soluciones a los problemas. Por ejemplo, el mundo está pidiendo a gritos un buen libreto político para recuperar el centro en esta polarización, que encontremos algo que sea más atractivo que el populismo de derechas o de izquierdas.