Mercedes Pardo escribe sobre la relación entre el cambio climático y la pandemia del COVID-19, presentando datos sobre medioambiente

El sociólogo Ronald Inglehart monitoreó durante décadas su teoría sobre los valores postmaterialistas de las sociedades contemporáneas. Constató que las sociedades que han “superado” las penurias de supervivencia y económicas (valores materialistas) aspiran entonces a la calidad de vida (valores postmaterialistas), entre la que se encuentra la calidad y protección del medio ambiente, y concretamente del clima.

Aún no tratándose de un proceso lineal y único, sino sometido a diferencias históricas y culturales, ese postmaterialismo se expresa bien en los valores sobre el cambio climático. Este finalmente ha sido reconocido como uno de los problemas más graves a los que se enfrenta la humanidad, recibiendo un amplio consenso en ese sentido entre la comunidad científica, la comunidad política y, lo que es más importante, la ciudadanía que es quien finalmente apoya o no las propuestas políticas de lucha contra el cambio climático. Así lo corroboran las encuestas de opinión. Se han marcado por ello objetivos, elaborado planes, establecido arquitecturas institucionales, desarrollado mecanismos financieros…Y, de pronto, llegó el Covid-19.

Del mucho desconocimiento que todavía existe sobre el virus, sí que hay certeza sobre su carácter de pandemia global, planetaria, de tsunami con consecuencias catastróficas en la economía, el empleo, los sistemas de salud, los derechos humanos,… Ciertamente, al mismo tiempo han aflorado valores y comportamientos solidarios, compasivos…Es más, en relación al medio ambiente, la salud de la naturaleza y la calidad del aire han mejorado. Y todo eso se ha producido a una velocidad de vértigo, en escasos meses. Muchas investigaciones, reflexiones, análisis, predicciones, son objeto de elaboración. Una línea, aunque ciertamente escasa, es su relación con el cambio climático. ¿Tiene el Covid-19 alguna relación con el cambio climático?, ¿la necesaria lucha contra la pandemia desplazará el objetivo de lucha contra el cambio climático que tanto tiempo ha costado?.

La hipótesis primera es que sí existe una relación entre la variabilidad del clima y la pandemia -que no el virus, que ya existía, por cierto-, debido a los profundos cambios en los usos del suelo y la deforestación, que han removido y disminuido los hábitats de animales salvajes, acercándolos a los humanos. La hipótesis segunda, en concordancia con la teoría de la dinámica valores materialistas / postmaterialistas, sería también que sí, que la brutal crisis económica, pérdida de empleo, inseguridad de las sociedades tienen la potencialidad de relegar a un segundo plano el cambio climático a favor de valores materialistas. La reciente encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas sitúa el paro como el primer problema para los españoles, desapareciendo el cambio climático de los primeros puestos.

Aquí, también como hipótesis, defenderemos lo contrario, en la medida en que el cambio climático ya ha llegado a ser una ‘narrativa global’, con independencia de coyunturas de quiebra material. Si las sociedades son capaces de aprender –que lo son, unas veces más, otras veces menos, claro-, la dramática experiencia que está suponiendo esta pandemia tiene la potencialidad de producir cambios sociales de calado. Es más, la ‘nueva normalidad’ tiene necesariamente que ser una mejor que la vieja normalidad, si no queremos volver a las andadas.

¿Qué hemos aprendido que pueda ser de utilidad para la lucha contra el cambio climático? Unas cuantas cosas, quisiera creer. En primer lugar, que las sociedades tienen que ser capaces de manejar un futuro con múltiples amenazas al mismo tiempo. No es que esto sea novedoso –es la historia de la humanidad- sino que ahora las amenazas tienen otras características nuevas. Beck en su análisis sociológico del riesgo, lo identifica en que son amenazas creadas por nosotros, bien se trate del peligro nuclear, el cambio climático, o las pandemias que se expanden por la globalización, entre otras. Y, además, ahora somos conscientes de ello, espero.

Con motivo de esta pandemia, el mundo está siendo una especie de “laboratorio social” en muchos órdenes, desde lo macro a lo micro. Aunque el cambio climático estuviera en el imaginario colectivo de algunos como un asunto preocupante pero lejano, de futuro, con el Covid-19 hemos visto de frente lo que puede significar el cambio climático para el planeta y en particular para algunas sociedades, entre las que se encuentra España, con una previsión de fuerte aumento de la temperatura y quizá menos lluvia, de subida del nivel del mar, y de incremento en intensidad y frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos, con sus correspondientes impactos.

Lo que antes parecía futurible, ahora es obvio. La emergencia climática es como la emergencia del Covid-19, aunque más lenta pero con consecuencias más graves. Ambas han mostrado fracasos del mercado y la importancia de lo público en defensa del bien común, e implican “externalidades”, cooperación internacional, ciencia compleja e interdisciplinar, liderazgo político, instituciones sólidas –el caso del sistema público de salud, por ejemplo- y, por supuesto, ciudadanía comprometida. Las sociedades tienen que estar preparadas con amplias políticas de Mitigación del cambio climático, así como de Adaptación para aquellos impactos ineludibles.

La actual crisis sanitaria ha mostrado también otros asuntos relevantes para la lucha contra el cambio climático. Ha puesto de manifiesto lo multifacéticos e interconectados que están los riesgos y las vulnerabilidades, en términos humanos y sociales, económicos y medioambientales, y desde luego, planetarios. Y eso no es baladí. El impacto del riesgo del cambio climático será mayor o menor, negativo o incluso positivo en algunos aspectos, dependiendo de la vulnerabilidad de una sociedad y de la fortaleza de la misma. Incluso la importancia de la capacidad de resiliencia –tan de moda- de una sociedad, de superar una crisis y de salir reforzada de ella.
Ambas crisis abren una oportunidad no solo de cambio social, sino de metamorfosis del mundo -en palabras de Beck que recogió de Goethe-, de una transformación radical que desestabiliza los conceptos clave al uso para entender el mundo, corroe las viejas certezas y desvanece las tradicionales demarcaciones conceptuales.

La recuperación económica y social que requiere la salida de la pandemia puede acelerar el imparable desplazamiento de los sistemas económicos intensivos en fósiles a favor de una economía sin carbono, por ejemplo, con consecuencias en todos los órdenes, no solo económicas, sino políticas, de movilidad, de organización de las ciudades, de la educación…

El cambio climático se convierte así no solo en un objeto –de análisis, de actuación…- sino también en un sujeto, en un “agente” – siguiendo a Latour- de metamorfosis social.

Mercedes Pardo Buendía es profesora de Sociología del Cambio Climático y Desarrollo Sostenible de la UC3M. Entre sus últimos trabajos se encuentra “El impacto social del cambio climático” https://blogs.comillas.edu/informeespana/2018/11/19/impacto-social-del-cambio-climatico/, y “Mobility Infrastructures in Cities and Climate Change: An Analysis Through the Superblocks in Barcelona” Atmosphere, 11(4), 410.