Carmen Vázquez analiza cómo la investigación se ha visto afectada por esta crisis, frustrando encuentros y avances e interrumpiendo muchos proyectos que precisan de instalaciones que han permanecido cerradas por motivos sanitarios.
En estos días tan complejos son muchas las vivencias nuevas que estamos experimentando mientras estamos confinados durante un largo periodo de tiempo en un mismo espacio, el que era nuestro hogar, ahora también nuestra oficina, nuestro laboratorio, nuestra sala de reuniones y conferencias, nuestro cine, nuestro gimnasio, nuestro teatro…. Estamos habituados a viajes continuos, al menos en mi caso si me retrotraigo a noviembre de 2019, he estado por razones de trabajo en Tokio, Vitoria, Zaragoza y Pisa, y tenía comprometida mi participación en reuniones y congresos, antes de finalizar el curso en julio de 2020 en Eindhoven, Bilbao, Bruselas y Vancouver. La mayor parte de estos eventos se han sustituido por reuniones y congresos virtuales. Obviamente nuestra forma de trabajar y relacionarnos durante y tras la pandemia de coronavirus SARS-CoV-2 es y será diferente. Diferente porque la facilidad de viajar a lo largo del mundo antes de la aparición de la enfermedad COVID-19, por su relativo bajo coste y seguridad, tardará en recuperarse. Porque existe inseguridad y desconfianza. Aquello que tanto se valoraba como es una interacción personal para crear confianza y facilitar la comunicación se ve emborronado por la incertidumbre del posible contagio por el que se encuentra enfrente y por ello se sacrifica esa interacción. La digitalización nos está ayudando para mitigar el impacto, pero obviamente no se puede cubrir todo en este formato. Y profundizando en este aspecto, creo que hay una gran olvidada. Se han propuesto múltiples medidas para intentar asegurar una docencia on-line que permita a los estudiantes poder adquirir las competencias asociadas al aprendizaje en los estudios en los que se matricularon en universidades presenciales, si bien ahora bajo el formato no presencial, impuesto de forma forzosa. ¿Y qué ocurre con la investigación en las universidades?
Creo que no existe un plan de acción específico y coordinado, más allá de las excepcionalidades que se puedan solicitar y permitir, para asegurar una investigación que permita el desarrollo de los proyectos comprometidos, especialmente aquellos que requieren del uso de unas instalaciones, por su carácter experimental, para su desarrollo. En ocasiones, se puede realizar un control remoto de ciertas tareas que pueden estar automatizadas, pero incluso esas, requieren de unas consignas y un control cercano. Esto no es un reproche, es el reflejo de una realidad sobre la que creo habrá que reflexionar en el futuro. Pues hay muchas actividades que no se pueden desarrollar en el mundo virtual. Así se necesitan respiradores y mascarillas físicas para poder combatir la pandemia y hacen falta empresas e instalaciones donde llevarlas a cabo, y además sobre las que se tenga una cierta influencia. Obviamente será muy útil usar la inteligencia artificial para predecir nuevos escenarios y su repercusión, pero esa inteligencia necesita un cuerpo. Hace falta una financiación sostenida que permita el desarrollo de una ciencia de calidad, pero con un liderazgo que impulse una estrategia clara que ayude a la sociedad a poder afrontar retos como el actual. En el reciente comunicado de la COSCE (Confederación de Sociedades Científicas de España) sobre el cometido de la Ciencia en la resolución de la crisis generada por la pandemia se solicitan medios y el despliegue de una red de asesoramiento científico a los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, transparente e independiente. Ciertamente ayudaría que nuestra sociedad tenga evidencias contrastadas y el necesario conocimiento para la toma de decisiones y por fin no tenga sentido utilizar, salvo con añoranza y sarcasmo, aquella frase de Unamuno ¡qué inventen ellos! en cualquiera de sus múltiples interpretaciones; y a la que añado que no tenga sentido en nuestra sociedad la frase ¡que se asesoren y usen evidencias científicas ellos! Esperemos que una de las repercusiones de esta situación sea la evolución hacia una sociedad mejor asesorada, creativa y crítica, que demande cambios sobre situaciones y modos de vida que estaban preestablecidos y que quizás es el momento de reconstruir con imaginación o cambiar profundamente. Que no sea necesario improvisar hasta que se creen esas redes, porque ya existían pues su labor fue detectada como esencial desde hace tiempo.
Dicho lo cual, gracias a la digitalización que nos permite relacionarnos virtualmente, impartir docencia online, hacer estudios y diseños para desarrollar parcialmente nuestras investigaciones. Gracias por tener una sociedad que muestra abiertamente su reconocimiento al trabajo de todas aquellas personas que están realizando una labor esencial en primera línea y gracias también a los que trabajan como si nada estuviera pasando, intentando paliar las carencias de este nuevo contexto. Y afortunadamente, no somos el país con más muertos por habitante del planeta en esta pandemia, aunque estamos cerca.
Carmen Vázquez es catedrática de Tecnología Electrónica en la Universidad Carlos III de Madrid. Responsable del Grupo de Displays y Aplicaciones Fotónicas. Sus intereses investigadores se centran en las comunicaciones ópticas y la instrumentación, incluyendo el procesado óptico de señales, resonadores en anillo, fibras ópticas de plástico, redes de acceso de banda ancha, filtros, conmutadores, sensores con fibras ópticas y redes WDM.