Ludwig van Beethoven es una de las figuras clave del mundo de la música. Sus composiciones, distantes y cercanas al mismo tiempo, accesibles e incógnitas, se abren a lo más difícil en un mundo gobernado por la lógica del cliché eficaz y tranquilizador: la diferencia.

El tempo (la velocidad de interpretación) de sus obras, rápido, frenético en ocasiones, ha suscitado controversia. Recientemente, una investigación de la UC3M y de la UNED apuntaba que esto podría explicarse por una lectura incorrecta que hacía el compositor del metrónomo que utilizaba para medir el pulso de sus sinfonías. “Los tempi que dejó indicados el compositor son, en general, demasiado rápidos, hasta el punto de que, colectivamente, los músicos tienden a ralentizarlos”, indica uno de los autores del estudio, Iñaki Ucar, científico de datos del Instituto de Big Data de la UC3M. En promedio esta ralentización sigue una desviación sistemática y “podría explicarse si el compositor hubiese leído la escala del aparato en el lugar incorrecto, por ejemplo debajo de la masilla en lugar de encima. En último término, se trataría de un problema de usabilidad de una tecnología nueva”, señala la otra autora del estudio, Almudena Martín Castro.

¿O acaso se tratase de una apuesta por completo intencional de un provocador a contracorriente y creador de una de las producciones musicales más fascinantes, secretas y verdaderas de la historia?

Hemos recuperado para la ocasión algunas opiniones de expertos participantes en el curso sobre Grandes sinfonistas que se impartió el año pasado en el marco del programa UC3M Senior. “Beethoven es el antes y el después, el punto de inflexión”, según el musicólogo Stefano Russomano; “Beethoven es un personaje transformador absoluto de lo que aprendió y vivió, abriendo las posibilidades al desarrollo de otros movimientos posteriores”, señala el violinista y profesor Emilio F. García;  “Beethoven tiene un sentido muy claro del aspecto regeneracionista del arte, de que vale para mejorar al arte y sobre todo para mejorar a la persona”, afirma José Luis Tellez. En definitiva, es “el responsable del corpus sinfónico más importante de la historia y abrió todos los horizontes de la música moderna”, concluye el director de la revista Scherzo, Juan Lucas.