Manuel Borrás es uno de los editores más precoces y veteranos del panorama editorial español. Comenzó su andadura en el arte de publicar libros hace 45 años, sin haber cumplido la mayoría de edad. Fundó junto a dos compañeros su propia editorial, Pre-Textos, que hoy goza de un merecido prestigio tras publicar más de 1500 obras. En su catálogo conviven autores clásicos con valores no consensuados previamente.
Pre-Textos colabora con la Universidad Carlos III de Madrid en el Premio de Poesía Universidad Carlos III de Madrid.
Del mundo editorial y del Premio de Poesía hablamos con Manuel en esta entrevista.
Si tuvieras que sintetizar la evolución de Pre-Textos en estos casi 45 años de andadura, ¿cómo lo harías? ¿De qué te sientes más satisfecho en este periplo?
Es muy difícil sintetizar 45 años de actividad profesional. Es un recorrido tan largo que acaba constituyendo tu propia biografía. Nosotros hemos sido unos editores esencialmente vocacionales. Comenzamos esta andadura siendo universitarios. En los anales de la edición en español creo, honradamente, que hemos sido hasta la fecha los editores más jóvenes. Yo no había cumplido ni siquiera los 18 años.
Creo que una vocación más temprana no ha podido haber en el mundo de la edición de nuestra lengua. Comenzamos siendo unos pardillos, cometiendo muchos errores. Yo siempre he sostenido que a editar se aprende editando y aunque están muy bien y son muy efectivos todos los másteres de edición que se celebra en las distintas universidades, yo definiría nuestra aventura como muy satisfactoria. No sólo hemos sido editores vocacionales, sino que también nos ha encantado y nos sigue encantando nuestra profesión. Disfrutamos tremendamente con lo que hacemos y en esa medida yo solo puedo hablar de nosotros como unas criaturas afortunadas que durante ya 45 años hemos podido hacer un poco lo que nos ha gustado, teniendo que sortear por supuesto grandes obstáculos, incluso a día de hoy. Pero fundamentalmente y aunque reconozco que estoy también cansado por muchas razones, puedo decir que soy una criatura afortunada por llevar adelante una empresa y una aventura como Pre-Textos, con lo que ha supuesto para el mundo de la edición en España.
Cuando empezasteis con la editorial, uno de los objetivos era editar a los intelectuales exiliados de la postguerra. En la actualidad ¿quiénes son los “exiliados” (metafóricamente hablando) a los que hay que editar? ¿Cuál es la “urgencia” desde el punto de vista de los autores que necesitan una editorial como la vuestra?
Creo que todos los autores que están necesitados de un apoyo editorial firme, serio, riguroso, son los auténticos intelectuales. Es decir, esa gente que no sólo busca un medro de tipo económico ni tampoco escribir un libro para la exclusiva gloria de sí mismo. Son muchos los merecedores en el ámbito de nuestra lengua. Sostengo que parte de la gran literatura que se está escribiendo hoy en el mundo, pasa indefectiblemente por el español. Hay grandes escritores en nuestra lengua, tanto en nuestra orilla como en la otra, escritores que están trabajando de una manera honesta, con autenticidad, que no quiere simplemente utilizar la literatura o la palabra escrita como un trampolín para sus propios egos. Por estos merece la pena hacer este esfuerzo.
Pre-Textos es una editorial con un catálogo interdisciplinar, en la que publicáis todo tipo de géneros, aunque no todo tipo de libros. Esa estrategia ¿diversifica riesgos o los aumenta al huir de etiquetas, definiciones o especialización?
Los aumenta, y sobre todo en el caso de Pre-Textos que es una editorial que ha apostado mucho por valores no consensuados previamente. Pre-Textos a día de hoy puede presumir de tener en su catálogo muchos primeros libros de autores que ya tienen un lugar en el horizonte de nuestras letras.
Eso es lo que hace útil las editoriales que llamamos literarias. Si un editor que presume de literario es incapaz de apostar sobre valores no consensuados previamente ¿para qué sirve? A mi me encanta hacer una buena edición de Goethe, Cervantes, Shakespeare, Homero… pero creo que además de hacer una buena edición de un autor clásico y actualizarla rigurosamente, si eso no viene complementado por una apuesta firme por valores no consensuados ¿para qué servimos los editores literarios? Pienso que aquí estamos para poner en crisis nuestros propios “yos”. Lo que me pasma, e incluso me escandaliza, es el miedo que hay en el ambiente por publicar valores no consensuados previamente. Sólo hay que ver la prensa y las secciones de cultura: sota, caballo y rey. Está muy bien que se apueste por nuestros valores reconocidos, pero también hay que dar cabida a todos aquellos que no han tenido voz antes.
Siendo eso así, parte de vuestro reconocimiento viene por esa labor de riesgo en la edición.
No me puedo quejar de reconocimiento. En ese sentido me siento muy satisfecho profesionalmente, pero me duele que determinados autores tengan que morirse para ser reconocidos. El efecto sancionador que la muerte tiene en nuestra sociedad, sobre todo la hispánica, a mí francamente me escandaliza.
Bajo la aparente multiplicidad de publicaciones, ¿crees que se están reproduciendo y asentando clichés?
Siempre se ha hecho demasiado libro intercambiable. Esta “bibliodiversidad” en la que estamos es muy buena y está trayendo cosas positivas, no tengamos una visión negativa de la situación actual. Pero me da la sensación de que constantemente se están repitiendo una serie de parámetros, se apuesta muy poco.
Nosotros fuimos en cierto modo pioneros en la edición de la recuperación de parte de la memoria del exilio republicano español o de la literatura del genocidio, aunque es un término que no me gusta, pues bien, parece que después todo vale en este terreno. Y no creo que eso sea así, para eso estamos los editores, para aplicar con criterios de excelencia. Con todos mis respetos, creo que se están repitiendo demasiado unos clichés y eso acaba siendo empobrecedor.
En España parece que todos tenemos que seguir un rastro. En cierto modo somos muy seguidistas. Por favor, inventen ustedes cosas nuevas. Yo he estado durante 45 años tratando de llamar la atención sobre sitios en los que nadie se había fijado. ¿Por qué no lo pueden hacer muchos de mis colegas? Y no digo los jóvenes, porque precisamente con ellos hay que tener más comprensión ya que trabajan un nicho muy reducido. El que le hemos dejado el resto de los editores, y a lo mejor no tienen más remedio que seguir improvisando sobre la marcha. Pero yo veo que se presume mucho de editor literario y después ves que ni lo literario ni el riesgo aparecen por ningún lado.
¿Cuáles son los grandes retos hoy del mundo editorial en términos de dar cabida a formas de pensamiento radicales, en sentido teórico y poético, que abran nuevos horizontes de pensamiento y crítica?
Eso requiere fundamentalmente de estudio, trabajo, curiosidad, inquietud, investigación… Yo estoy constantemente leyendo, tratando de descubrir libros que dejan un rastro en mí, para después compartirlo con otros. No hay otra fórmula. Y después también un poco de personalidad propia: no sigan simplemente el rastro de los grandes, el rastro del éxito, apuesten un poco y vuelvo a referirme a los editores consolidados.
¿La poesía sigue siendo un arma cargada de futuro o tendríamos que buscar otro lema distinto para definir la manera en que nos relacionamos con la poesía en la actualidad?
Ese lema, por manido que sea, no ha dejado de ser verdad. Pero lo que sí creo firmemente es que la poesía actual en español es para mí una de las líneas de fuerza en la poesía universal. Yo creo que hoy la situación de la poesía en nuestra lengua es óptima y no tiene nada que envidiar a la anglosajona ni a otras europeas, cuyas culturas admiro personalmente como la alemana, la francesa, la italiana. Sinceramente, creo que no tenemos absolutamente nada que envidiarles, incluso al contrario y lo digo sin prurito nacionalista, que no lo tengo.
¿A qué retos añadidos se enfrentan las editoriales que publican poesía? ¿Qué criterios predominan en la selección poética de su catálogo?
Los retos son siempre grandes. Tengo una gran admiración por todos mis colegas que publican poesía contra viento y marea. Hoy no se dan las condiciones óptimas para publicar poesía como se dieron, por ejemplo, dos décadas atrás.
Se dice que la poesía es un género de poco éxito de ventas, sin embargo uno de nuestros mayores éxitos de ventas fue un libro de prosa poética, que es ponerlo todavía más difícil. Me refiero a “Cosas del campo” de José Antonio Muñoz Rojas, que tuvo una aceptación muy favorable. Hay que romper con esa especie de leyenda de que la poesía se vende poco. Lo que le pasa es que, si tú apuestas por autores no consensuados previamente como hace Pre-Textos, lógicamente cuesta muchísimo. Para amortizar los gastos básicos de una edición de poesía nos las vemos y nos las deseamos.
Respecto a la selección, nosotros recibimos casi de un centenar de libros de poesía al mes. Es como si mensualmente convocáramos un premio. Lógicamente esos libros se tienen que someter a una criba muy exhaustiva y estricta. Nos gustaría publicar muchas más cosas de las que publicamos, pero nuestros recursos no dan para ello. De ahí que sea muy interesante esta especie de liason con una institución como la UC3M para instituir un premio, que va a permitir que entren por esa otra puerta muchos de los poetas que, dentro del ritmo habitual y lógico que tiene una empresa, no podrían entrar.
¿Qué ha aprendido o qué conclusiones ha sacado de lo acontecido con el caso de Louise Glück?
Fue una experiencia dolorosa para mí en el plano personal. No hablo de poesía, la poesía de Louise Glück me parece tan grande como me pareció la primera vez. Me pareció muy triste lo que ocurrió y lo que saco en conclusión es reafirmarme en mi compromiso. Somos los editores que somos y estas actitudes que confunden mercado con ética, lo que hacen es no sólo entorpecer, sino afear nuestro espacio escénico y allá cada uno con su conciencia. Yo tengo la mía muy tranquila. Todos en esta casa estamos muy satisfechos de haber publicado durante una década a una autora que, por desgracia, no se vendía y en la que creíamos a pies juntillas. Por arte de birlibirloque le conceden el Premio Nobel y ya nos convertimos en una suerte de villanos. Me produce muchísima pena quienes no se mueven por un código deontológico en su profesión porque creo que quedan invalidados de cara de los mejores. Yo creo que en esta polémica inducida nosotros hemos contado, y seguimos contando, con el apoyo de los mejores y eso no puede más que fortalecernos y reforzarnos en nuestro comportamiento editorial.
¿Qué importancia tienen los concursos de poesía como el que estamos organizando en la Universidad con la colaboración de Pre-Textos?
Primero creo que es una buena complicidad entre una institución con el prestigio de la Carlos III y una editorial como la nuestra en la que gozamos de respeto, también referido a la deriva de nuestros premios.
Esto da oportunidad a muchísima gente joven, y no tan joven, que no ha tenido oportunidad todavía de ver impreso un libro suyo, de someter su obra a juicio de un jurado que va a ser plural y sensible, que juzgará con total independencia y concluirá en un escrutinio democrático. Yo espero que tenga la trayectoria de todos nuestros premios, que siempre han ido a más por nuestro comportamiento ecuánime y limpio, que es lo que va a ocurrir con la Carlos III. Lo que me encantaría es que se publicaran libros excelentes y que nadie haya echado previamente en falta, porque eran unos desconocidos. La misión del editor, y lo que engrandece nuestra profesión, es precisamente permitir que aquello que no se echaba de menos empiece demandarse después de la publicación.
Manuel Borrás (Valencia, 1952). Es editor literario y colaborador en diarios y revistas literarias. Estudió en el Colegio Alemán de Valencia y es licenciado Filología Moderna, especialidad en alemán e inglés. Realizó trabajos académicos de germanística, y sobre el Expresionismo alemán y austriaco. En 1976 funda en Valencia, junto a Manuel Ramírez y Silvia Pratdesaba, la editorial independiente Pre-Textos. Entre los muchos premios que ha recibido la editorial destaca el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial en 1997 y el Reconocimiento al Mérito Editorial en la Feria del Libro de Guadalajara de 2009.