“Open History”: la Historia en acceso abierto

“Open History”: la Historia en acceso abierto

El Instituto Figuerola de Historia y Ciencias Sociales de la UC3M, a través de Dykinson, ha publicado en abierto 101 monografías especializadas en historia del derecho y de las universidades. Las monografías online pueden consultarse a través de e-Archivo, el repositorio institucional de la UC3M que gestiona el Servicio de Biblioteca y son accesibles a través de DOAB (Directory of Open Access Books). Estas monografías se publican también en papel.

La UC3M  ofrece en la actualidad una colección de más de veinte mil documentos en acceso abierto que incluye tesis doctorales, revistas editadas por la universidad, actas de congresos, artículos, libros y capítulos, documentos de trabajo, preprints, conjuntos de datos, etc.

MANUEL MARTÍNEZ NEIRA
Profesor de Historia del Derecho de la UC3M.
Director del Programa Historia de las Universidades en el Instituto Figuerola de Historia y Ciencias Sociales de la UC3M.

Manuel Martínez Neira
¿Cuál es la principal motivación para incorporar estos contenidos al acceso abierto?

Desde 2003 han surgido varias Declaraciones (Budapest, Bethesda, Berlín) que promueven el libre acceso a la literatura científica. El entonces rector, Gregorio Peces-Barba, ratificó con la firma de la Declaración de Berlín la adhesión de la Universidad Carlos III a la misma. Desde 2007 el Instituto Figuerola secundó esta apuesta incluyendo sus monografías en el repositorio de la Universidad. Gracias al impagable trabajo del Servicio de Biblioteca, desde 2014 esa colección de monografías se incorporó a DOAB (Directory of Open Access Books), lo que ha supuesto un crecimiento exponencial de su uso: en la actualidad las 105 monografías del Instituto incluidas en DOAB suman tres millones de descargas, con un uso mayoritario en los EE.UU.

Debemos comprender que Internet supone desmaterialización, y esto libera del espacio y del tiempo, algo que hasta hace poco parecía una entelequia. Internet permite que una obra científica esté disponible desde el momento de su publicación en cualquier parte del mundo, y pueda así ser discutida, comentada, aprobada o rechazada por la comunidad científica internacional y por cualquier estudioso. Internet hace que todo el sistema de difusión de la ciencia tenga que ser repensado, que haya que replantearse la gestión de la investigación, financiada en su mayor parte por los fondos públicos. Los presupuestos públicos pagan los sueldos de los investigadores, las instalaciones de las universidades, pero para acceder al resultado de esas investigaciones costeadas con los impuestos de todos hay que pagar a empresas privadas, generalmente anglosajonas, que monopolizan el mercado de edición científica de revistas científicas y monografías especializadas. Es decir, un científico ha de pagar por leer el artículo que él mismo ha escrito. Habría que pensar si en estos años de crisis, en los que se ha recortado gasto público, en particular gasto social, es lógico continuar subvencionando editoriales privadas que se benefician de la investigación realizada con fondos públicos. Tal vez esas editoriales tengan que buscar un nuevo lugar en el ecosistema Internet y hayan de reflexionar sobre lo que aportan, el valor real que añaden. Pienso que Internet ha dejado sin sentido pagar por la ciencia sin más, hay que buscar otro valor.

Estas monografías están publicadas también en papel. ¿Qué ventajas obtiene el investigador que escoge el modelo open access para acceder a ellas en vez de la forma tradicional?

Desde la perspectiva defendida, que un libro esté accesible libremente en Internet y pueda así ser consultado por, pongo ejemplos reales, una alumna de Cochabamba (Bolivia) o un investigador del Max Planck en la pantalla de un ordenador es un avance compatible con la posibilidad de comprarlo impreso. La edición bajo demanda permite imprimir pocas cantidades y hacerlo donde ese libro es así solicitado, evitando el enorme coste que supone el almacenamiento, la distribución y el trasporte. Muchos autores y lectores están dispuestos a pagar por el papel y tampoco debemos impedirlo. La difusión global e inmediata de Internet no está reñida con los viejos usos, como el manuscrito convivió con el libro impreso durante siglos.

¿Por qué crees que un científico debería animarse a publicar en acceso abierto?, ¿qué argumentos utilizarías para convencerle?

Me parece que las razones son obvias, ningún investigador quiere que sus conocimientos queden escondidos bajo un celemín, como puede suceder en el sistema “analógico” de distribución científica, cuando muchas editoriales descatalogan al poco tiempo los libros que no se han vendido. Los repositorios institucionales, como e-Archivo, en los que se publican estos documentos, trabajan por su difusión a nivel mundial y por su preservación para el futuro.

Además, los jóvenes estudiantes e investigadores en primer lugar buscan en las pantallas de sus dispositivos móviles y ese primer dato suele ser el más relevante para ellos. Tampoco hay que olvidar que entre los requerimientos de diversos organismos financiadores de proyectos de investigación (a nivel europeo, estatal y de Comunidad autónoma) está la publicación en abierto.

Cuanto más visible y más sea consultado un documento, más veces podrá ser citado y más vínculos con otros colegas podrá establecer el autor. A su vez, esto también supone más visibilidad para la institución a la que pertenece el autor. Puede llegar un momento en el que la investigación que no esté accesible en Internet, por muy buena que sea, sea invisible y a efectos prácticos no exista.

Hay una dificultad para que triunfe este tipo de publicación: los procesos de acreditación y reconocimiento de nuestros investigadores siguen privilegiando a las grandes corporaciones privadas. Las instituciones públicas deberían arbitrar sistemas paralelos de calidad, deberían ayudar a romper el monopolio e incentivar la publicación en abierto, reconociendo dicha publicación en los baremos de méritos.