La UC3M colabora con la Fundación Gregal en el Programa Duplo, en el que participan 25 estudiantes de grado de la Universidad. El objetivo de esta iniciativa es contribuir a la mejora de la calidad de vida de las personas mayores en residencias de la Comunidad de Madrid, compartiendo su tiempo con estudiantes.
Los estudiantes seleccionados reciben una formación teórico-práctica en estimulación funcional y cognitiva a cargo de médicos, geriatras y rehabilitadores del Hospital de Móstoles.
Paseos, lecturas, juegos de mesa, conversación, ejercicios mnemotécnicos o manualidades, son algunas de las actividades que realizan. Todos los estudiantes coinciden en que la experiencia ha sido enriquecedora y ha mejorado sus habilidades sociales y comunicativas. La capacidad de adaptarse a nuevas situaciones y el trabajo en equipo son herramientas que pueden utilizar en otras facetas de su vida.
Sara Mancebo, estudiante de tercer año del grado en Periodismo y Daniel Nogués, que cursa el cuarto año del grado en Ingeniería Eléctrica, son voluntarios en la residencia Vitalia de Leganés y ambos valoran muy positivamente esta experiencia.
SARA MANCEBO
Estudiante de 3er curso de Periodismo en la UC3M. Voluntaria en la residencia Vitalia de Leganés.
¿Habías sido voluntaria en otras ocasiones? ¿Dónde?
Sí, ya había hecho voluntariado antes, aunque nunca con personas mayores. La primera vez fue en el verano de 2014 en la embajada de Palestina. Estuve yendo unos cuantos días para echar una mano con la clasificación y empaquetado de material sanitario. También participé dos años en la Gran Recogida que organiza el Banco de Alimentos en Navidad, recogiendo comida en el supermercado de mi barrio.
Con ancianos, sin embargo, este ha sido mi primer voluntariado. Antes de empezar en el programa, la experiencia con mis abuelos y mis dos tías abuelas era el único contacto que había tenido con gente mayor.
¿Qué crees que aportas a los mayores con los que te relacionas a través del programa? ¿Y ellos a ti?
Yo creo que lo que más valoran los ancianos es el tiempo que les dedicamos. Ellos pasan allí todo el día, muchos ni siquiera pueden salir a la calle sin que alguien les acompañe, y los que no tienen familia ni siquiera reciben visitas. Agradecen muchísimo que pases un rato con ellos, que escuches sus anécdotas; sentirse queridos, al fin y al cabo. Además hacemos actividades que les entretienen y les hacen pensar, lo cual supone todo un reto para ellos y les hace sentirse útiles.
Otra cosa muy importante que creo que les aportamos es cierta conexión con el mundo actual; para muchos de ellos la residencia es una especie de micro mundo y su vida se limita a lo que pasa allí dentro, no tienen conocimiento de lo que ocurre en el exterior. Nosotros leemos el periódico con ellos, comentamos las noticias de actualidad, les contamos cosas de la universidad y de cómo funciona la vida moderna, en general.
Además, en muchos casos, se aprecia una gran mejoría a lo largo del programa. Por ejemplo, la sobrina de Julia, una de las ancianas con más deterioro cognitivo, nos comentaba que desde que empezó a venir con nosotros está mucho más contenta y no deja de cantar a todas horas.
A mí, personalmente, me parece un trabajo enormemente gratificante. Saber que estoy ayudando a esas personas a ser un poquito más felices, aunque solo sea un rato al día, es algo muy enriquecedor. Me gusta interesarme por ellos, escucharles, que noten que hay alguien que se preocupa por ellos y que aun tienen algo que aportar. Además aprendo mucho con ellos; aparte de que la experiencia es un grado, nos enseñan refranes, adivinanzas e incluso juegos de mesa como el Rummikub.
¿Tienes alguna anécdota o momento que recuerdes especialmente?
Uno de los momentos que más me han marcado del programa fue con Pablo, uno de los ancianos que tuvimos en el primer grupo. Él es un hombre estupendo y, a pesar de ser muy mayor, está fenomenal; ingresó en la residencia para estar con su mujer, que sufre las secuelas de un ictus que tuvo hace unos años. Era viernes, y como toca ese día, íbamos a ver una película con los ancianos. Pablo apareció empujando la silla de ruedas de su mujer y nos dijo que la traía al programa para no dejarla sola, ya que no habían llegado sus hijos todavía para quedarse con ella. Después de presentárnosla nos estuvo contando que llevan sesenta y tres años casados, y que cómo no va a cuidar de ella, ahora que le necesita, si es el tesoro de su vida. Ver a una persona dispuesta a sacrificar por su mujer los últimos años de su vida fue para mí una gran lección de amor y lealtad.
DANIEL NOGUÉS
Estudiante de 4º curso de Ingeniería Eléctrica en la UC3M. Voluntario en la residencia Vitalia de Leganés.
¿Por qué decidiste participar en este programa?
Hago voluntariado con niños de primaria un día a la semana. Doy un apoyo socioeducativo a niños en riesgo de exclusión social y participando en este voluntariado me he dado cuenta de la importancia que tiene el trato humano, al menos para mí, ya que me gusta mucho trabajar con gente.
Cuando me enteré de esta convocatoria me llamó la atención, porque se trataba de realizar algo parecido a lo que hago con niños, ya que muchos de los talleres y juegos de mesa destinados a los niños podían ponerse en práctica con las personas mayores, sólo había que cambiar la parte educativa e introducir una parte de ejercicios físicos.
A pesar de que es algo que haría gratis, la dotación económica con la que cuenta el programa, que me sirve de ayuda en mis estudios, hizo que no me lo pensara dos veces.
¿Qué te ha aportado este programa?
Me ha aportado muchas risas y el poder conocer a mis compañeros de residencia, que son geniales. He aprendido muchísimo de la diferencia cultural que existe entre los jóvenes y las personas mayores, de nuestros distintos puntos de vista. Son personas que tienen toda una vida a su espalda y saben de todo. Un día te cuentan curiosidades de su ciudad natal, de cómo se vivía antes, cómo eran los colegios, a qué jugaban, cómo pasaban el tiempo libre… o cosas más actuales en las que tú no te has parado a pensar porque nunca les has dado importancia.
He aprendido curiosidades, a jugar a juegos de mesa nuevos y, sobre todo, he aprendido a empatizar con unas personas con las que antes de realizar el voluntariado me costaba mucho, porque no compartía sus ideas. Al final he descubierto que no somos tan diferentes.
¿Qué es lo mejor de compartir tu tiempo con los mayores? ¿Tienes algún recuerdo especialmente significativo?
Lo mejor es que lo pasamos genial. Son un grupo muy dinámico, participativo y nos reciben siempre con ganas y no se cierran en banda a ninguna actividad, pese a las limitaciones de su edad. Cuando eres recibido con tanta ilusión y ves que están deseando que llegues para hacer con ellos algún ejercicio o taller, es algo que emociona.
El mejor recuerdo que me viene a la cabeza es cuando nos despedimos del primer grupo de ancianos al acabar el primer cuatrimestre (les seguimos viendo y saludando siempre que vamos). Organizamos una fiesta con música, estuvimos un par de semanas ensayando una coreografía, y ese día hasta trajeron algo para merendar. La canción que elegimos era una actual, con ritmos mucho más movidos que las canciones de su época, pero la bailaron entusiasmados y la disfrutaron como nadie. Nos lo pasamos super bien entre todos. La despedida y cambio de grupo de ancianos fue un poco triste y hoy los recuerdo con un poco de nostalgia. Cuando acabe junio y finalice el programa sé que me sentiré triste de verdad, pero prefiero no pensar en ello aún.